Me he reído de los lindo con el relato de Amadeo Otero sobre el Padre Gago, desatado en medio de una tormenta de furia sobrevenida…, claro que si yo hubiera sido uno de los sufridos tal vez no me hubiera hecho tanta gracia.
Tengo que decir que yo nunca lo vi así, ni aproximado. También en el relato se puede intuir la decepción del profesor con su alumnado y cual fue el error de interpretación que pudo tener el Padre Gago cuando escuchó las palabras del jefe de aula.
Pero no voy a eso, voy a que el Padre Gago se equivocó, si señor, como se equivoca un profesor cuando le dice algo a un alumno en medio de la clase, queriendo o sin querer, y ese alumno recuerda aquello 40 años después porque aquellas palabras le dejaron huella.
Son errores, los cometen ellos y nosotros, como personas y en nuestras profesiones, y ahí es donde pienso que deben de quedar enmarcados los hechos.
Yo, de este relato me quedo con el día siguiente, cuando pidió perdón, aunque fuera a requerimiento de otro Dominico.
¿Cuántas veces hemos hecho nosotros eso después de cometer un error mayúsculo?, pues si, posiblemente una cuantas, pero tal vez haya una mayoría de veces que no lo hayamos hecho- hablo de mi-
Vi dar tortas en La Uni, alguna calcada a las descritas por Amadeo.
─ ¡Ven para acá!
─ Pero Padre…
─ ¡Quítate las gafas!
─ Si yo no he hecho ná…
“Bum”, la cabeza de nuestro compañero desapareció. Los que estaban cercanos miraban para abajo, y yo, siempre situado uno de los últimos, miré al compañero de al lado que encogido y con asombro, como supongo que yo mismo estaría cuando viví aquellos hechos, le pregunté:
─ ¿Lo ha tirao?
─ Si.
Y ahora nos poníamos de puntillas para ver, de nuevo aparecía la cabeza.
─ Ven p´acá.
“Bum”, y la segunda la aguantó.
Estos hechos son reales, tal y como los cuento. El compañero, del que no recuerdo su nombre, solo que tenía gafas y que era bastante más alto que el resto, por lo que sus risas en medio del sermón de la escalera fueron rápidamente detectadas. Y efectivamente, aún se veían las gafas en la mano a la altura de la cara cuando ya le llegaba la primera. ¿Se lo enseñaban en alguna escuela? Por supuesto que no.
Pero me voy a ir más atrás, cuando yo tenía seis o siete años pasé de estar con una maestra a estar con un maestro, otra escuela, otro ciclo, y el primer día me llevó mi padre.
“Don Juan, con este mano dura, y si lo tiene que calentar bien, adelante”.
«Pero si yo no he hecho naa…», «así que cuando haga algo…».
Durante tres años estuve viendo a aquel maestro de mi pueblo que, por cierto, tenia bastante buena fama, sentado tras su mesa, y sobre ella, pegada al filo la derecha estaba la regla, de haya, oscurecida por sus extremos, uno de cogerla él, y el otro de recibir nosotros; y la usaba… a veces en exceso, a veces equivocado, pero era lo que había en aquella época. Por cierto, nunca pidió perdón.
También diré que en mi estancia en Universidades Laborales me crucé con algún fraile con él que había que tener cuidado, vamos, que te las guardaba y esperaba su momento para hacerte la puñeta, y a estos nunca los vi dar un tortazo - tal vez sea esto lo que se lleva más en este tiempo, que es más correcto-. Yo, personalmente, puesto a escoger entre los primeros o los segundos, siempre preferí a los primeros.
No digo que esté bien, quiero decir que eran otros tiempos, otros conceptos de lo que estaba bien y mal a la hora de educarnos.
“Hay que tener temor de Dios, de la autoridad, de las leyes, sino ¿cómo iba a haber orden?”. Frases como estas se escuchaban en las casas de España, personas normales, convencidas 100% de que así debía de ser. El concepto del “miedo” hacia que atendiéramos más, que respetáramos más las leyes, que cumpliéramos con el orden establecido. Como digo, las cosas hay que verlas en aquel tiempo con parámetros de aquellos años, no de estos.
Cuando entré en la Universidad Laboral de Córdoba vi una enorme evolución en esos conceptos, iban muy por delante de lo que había visto antes en mi pueblo. En alguno de mis relatos ya he comentado como escuchando al Padre Erviti se llegaba a los mismos principios que promovieron el Mayo del 68 francés, pero utilizando caminos distintos.
Y el escrito de Amadeo yo lo veo perfecto, describe lo que vio y tiene todo el derecho. Aquí, en esta web, todo lo que escribimos es muy bonito…, y no todo fue así, ni todo, ni para todos nosotros, ni para los profesores, ni para los Dominicos. Pero el saldo, para mí, fue muy, muy positivo, y mi respeto para el Padre Gago, para el Padre Nemesio y para la mayoría… es total, con sus errores…, y también con sus aciertos.
Yo creo que si Amadeo Otero, en vez de titularlo “El lado oscuro del Padre Gago” le hubiese puesto, por ejemplo, “Un mal día en la vida del Padre Gago”, todo lo que viene después, estando escrito exactamente igual, se interpretaría distinto. Pero también de eso es libre, y yo siempre defenderé esa libertad.
Un abrazo, y feliz navidad a todos,
Antonio Bustos Baena |