Guardo un entrañable recuerdo del lugar donde me eduqué y de las personas con las que compartí gran parte de mi vida entre los años 1967 y 1974. Era un gran centro educativo, formado por seis colegios residencia con unas magníficas instalaciones: comedores, salas de estudio, bibliotecas, talleres, laboratorios, gimnasios, piscinas, campos de deportes…, donde se hermanaban 1.800 alumnos procedentes de todos los rincones de nuestra geografía, becados tras un examen de conocimientos, para iniciarse en los estudios de Oficialía o Bachillerato y continuar con Maestría o Ingeniería Técnica Industrial.
Deseo dedicar este trabajo a los padres dominicos, a los profesores y compañeros que integraron mi segunda familia; a aquella organización y clima de convivencia que nos inculcó la disciplina, el esfuerzo en el trabajo, el respeto y la gratitud, para nuestro provecho y para corresponder a aquellos trabajadores españoles cuya contribución económica, a través de las Mutualidades Laborales, hizo posible nuestra privilegiada enseñanza.
El centro al que me refiero se llamaba Universidad Laboral de Córdoba (1956-1976) que, actualmente, tras su rehabilitación y expansión se ha convertido en nuestro campus de Rabanales.