A los pies de mi alma,
mirando a los ojos del hombre,
escribo el oscuro fondo de su desdicha,
con palabras inesperadas que recibo
como anunciadas visitas.
Hay un huracán de hambre
azotando miserables bocas vacías
y hay úteros silenciosos
visitados por fríos metales;
y también hay un último dolor
para el niño que enmudeció
reconociendo a su asesino.
Hay los que conjuran la esperanza
y golpean enfurecidos la inocencia
y nos dan razonables motivos en su defensa,
palabras de dulce envoltura.
Y hay también los que regresan
de su inútil odisea de odio,
y traen un corazón agusanado de usura.