Esta es la crónica de la comida en el Centro Gallego de Madrid donde  nos reunimos pues teníamos ganas de vernos.

Con una asistencia adecuada, 42 en total, quedamos en el km. 0 de la Puerta del Sol. Después nos trasladamos al restaurante. A las 14:30 estábamos sentados y charlando por los codos.

Vinieron de varios rincones de España, además de los madrileños. De Barcelona, Alicante, Salamanca, Córdoba, Gijón, Las Palmas de G.C., Palencia, Ciudad Real, Valencia, Ávila. Es de mucho agradecer estos desplazamientos solo para estar unas cuantas horas juntos.

Una comida a precio moderado y sin más pretensiones que tener un gran comedor y un local con prestaciones de mesa grande y megafonía donde pasar unas horas juntos.

En un par de ocasiones, Conchita y Delgado Meco, nos obsequiaron con unas cuantas canciones.

Conchita, en un escrito que aparecerá en la próxima edición de EL CUADERNILO, elogió nuestra camaradería.

Antonio Guevara nos entregó CD´s como recuerdo de la pasada reunión en los Arribes del Duero.

Jorge Ylla, en buen estado. Y tuvimos la incorporación de Viejo Fraile.

Las mujeres estuvieron de lo más animado y colaboraron con su alegría al éxito de la reunión. ¡Que no falten!

No se llegó a ningún acuerdo para una próxima reunión que si deberá ser mas larga. Algo se habló de Santaella. Lo que si es claro que en el 2014 será sonada y en Córdoba, coincidiendo con nuestro 50 aniversario.

Abrazos. Fernando García Popa.

Desde hace unas fechas he colocado en el menú de la izquierda una sección en la que podemos comprobar quiénes de nuestros compañeros cumplen años estos días.
Este haño ha sido bisiesto y -que me conste- tres de nuestros compañeros nacieron un 29 de febrebro:

José Miguel Castel Sanjuán (Albalate de Cinca -Huesca- 1960)
Francisco Méndez León (Adamuz -Córdoba- 1960
José Antonio Pamiés Guerrero (Alicante - 1948)

El primero de ellos, y relacionado con esta circunstancia me envía la siguiente anécdota:

Corría el final de febrero del año 1975, que le pedí por carta a mi padre, desde Córdoba, que como regalo de cumpleaños me comprara una carabina de aire comprimido.
El hombre, con su seriedad habitual (y que aún mantiene con sus noventa años "y medio", como suele apostillar) me contestó a vuelta de correo para dejar bien claro que ese 1975 no era bisiesto y por lo tanto "no cumplía".
Me la compraría cuando así fuera. Pensaba (como así me reconoció luego) que se me iría el santo al cielo y con el tiempo se ahorraría los dineros del "juguete". 

Desilusionado pero ansioso de que llegase el 29 de febrero de 1976, guardé la carta como oro en paño entre mis asuntos pendientes y  al año siguiente se la restregué por la frente.
No tuvo más remedio que cumplir su palabra y me compró una carabina de las mejores que había en el mercado; me la entregó formalmente en las primeras vacaciones en las que me  desplacé desde Córdoba a mi pueblo natal de Albalate de Cinca, en la provincia de Huesca.
Todavía la conservo y solemos comentar esta anécdota cada vez que nos juntamos los tres (mi padre, la carabina y yo) para comprobar si tenemos el pulso tan firme como entonces y podemos añadir algún pichón del campanario a la perola.