Paco, mi amigo Paco:
Me pide Santos, tu fiel e inseparable escudero, que te escriba unas líneas, algunos pensamientos. No puedo, te has llevado mis palabras, y has ahogado mis sentimientos. Me has dejado mudo, como se queda el día cuando le roban el aliento.
Aunque mi infancia fuesen recuerdos de una casa de corredores viejos, morada de pobres y humildes obreros; mi juventud fueron cinco gloriosos años asilado entre vuestros sueños; fantasías del mañana y de un porvenir eterno. Gracias os debo por cada minuto que me regalasteis, y por cada momento de consuelo.
Y ahora, quisiera que me concedas el privilegio de abrazar con honda emoción a tus hijos, y a tu “señora”, de la que tengo celos. Quisiera, llorando, con las lágrimas que corren por mis mejillas y empañan mis anhelos, ser por un momento el labriego de esta tierra que ocupas y estercolas en mi alma, camarada, amigo, aliado compañero.
Sobre el hombro te ha llamado una palmada; y has vuelto los ojos locos, y todo lo vivido se ha empozado, como charco de culpa, en tu mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes…¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… Déjame que algún cercano día pueda, vengar tanto sufrimiento.
Temprano ha vuelto a levantar la muerte el vuelo, temprano ha madrugado tu madrugada. ¿No podías haber esperado a que, con la frente despejada y las sienes nevadas, hubiésemos conversado bajo aquella cruz de la plaza de San Nicolás, en el Albaicín, frente a la Alhambra, con el Darro a bañándonos los pies, para que tú me contases cosas de tu Granada?.
Yo también levanto entre mis manos una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Yo también quiero escarbar la tierra con los dientes, y minarla hasta encontrarte, y besarte la noble calavera, y desamordazarte, y regresarte.
Y cada vez que vuelva por las tierras de Boabdil, las tuyas, sé que muchos de mis momentos serán secuestrados por tus recuerdos, y querré, en cada callejuela, en cada esquina, en cada taberna, frente a la catedral, en todo instante, inventarte, y escucharte
Contigo te llevas muchas ambiciones, mucho cariño, muchas ilusiones. Nos dejas muchos recuerdos: grandes, hermosos, espléndidos; y un vacío enorme, tan profundo que no podremos llenarlo ni con la tierra ni con el cielo. Vivirás entre mis papeles y entre mis recuerdos, y cuando lea en los foros que escriben sobre ti, te escribiré, como en otros tiempos, porque todavía tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.
Ya ves, Santos, no alcanzo más que a parafrasear a los grandes poetas Antonio Machado, Miguel Hernández y César Vallejo. No puedo inspirarme, él se ha llevado mis palabras, y me ha dejado mudo, como se queda el día cuando le roban el aliento.