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Boletín Laboral nº 17 - Julio de 2012

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COLABORADORES
Media vida en 25 canciones (24)
Sergio Coello Trujillo
Viernes 27-07-2012. 21:55
 

SULTANS OF SWING

 
        Graduado en filología inglesa por la Universidad de Leeds, Mark Knopfler, un joven escocés de Glasgow, decide trasladarse a Londres para intentar hacerse un hueco en el panorama musical. Corría el año 1976 cuando Mark formó con sus amigos del Loughton College una banda llamada Café Racers con la que tocaba en pubs y escuelas cercanas al colegio donde él impartía clases como profesor. Una noche en la que el bajista de Café Racers estaba enfermo Mark le pidió a su amigo John Illsley que le sustituyera dando comienzo una larga y estrecha colaboración entre ambos, interpretando canciones propias y versiones de temas de otros artistas como Ry Cooder o Brenda Lee.
  

Ensayos agotadores, ingresos que apenas daban para pagar el alquiler del equipo de sonido; en fin, nada que no conozca cualquiera que haya iniciado una gran obra empezando desde cero. Un amigo del grupo, en alusión a su penosa situación económica, les propuso adoptar el nombre con el que saltarían a la fama: Dire Straits (que en inglés viene a significar algo así como "grandes apuros").

  El 27 de julio de 1977 el grupo grabó una maqueta de cinco canciones en los Pathway Studios, al norte de Londres, tras reunir las ciento veinte libras esterlinas que costaba entonces su producción. Las canciones incluidas en ella eran Wild West End”, “Down to the Waterline”, Water of Love”Sacred Loving” y el que sería su mayor éxito, Sultans of Swing, una de las más grandes canciones del último tercio del siglo XX.

 
 
COLABORADORES
Lunes de luna llena
Juan Ruiz González
Viernes 27-07-2012. 19:43
 

En la despedida

Era noche en octubre, va para los treinta. Acaso más. Las ranas de la desaparecida laguna, croaban doquiera el recuerdo. Era noche cuando entré por un portón, madera toda, a un patio grande, donde adiviné el silencio de una rueda de carro y buey. Era la casa, grandes lascas de piedra rectangular por cuyos ensambles huía el agua, solera de una cocina con un gran fuego, inexistente entonces, donde pasados los años pude ver cómo crepitaban las castañas. Era noche en octubre, cuando me detuve por vez primera en las arrugas de un rostro por donde había pasado la vida. O tal vez pasaba en su plenitud. Noche en la que me imanté a los azules de la miopía del sur, acento de tierra ida y al reclamo de un mandil, fondo claro sobre vestido en negro. Mirada curiosa de aldea. Dormí en una cama cuyo cabecero era hierro sobre pared. Blanca. Alta hasta alejar los pies del suelo.
 
 
 
 

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Carta redactada por un
funcionario del grupo A

Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se lo llevaba caliente a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando un gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi, los funcionarios aguantaban y penaban.

Nadie se acordaba de ellos. Eran los parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer la compra en el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo de la economía hasta llegar a lo que ahora hemos llegado.

 
 
 
 
El triunfo de los mediocres
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo.

Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general.

Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel.
 
 
 
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