Antonio Miguel Torralbo Palomares
 
 
Reside actualmente en Córdoba
 
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Buenas noches, Juan Antonio.

Me llamo Antonio Torralbo y también soy laboral. Además, coetáneo tuyo, porque yo recalé por esa santa casa en 1975 y estuve hasta 1979, y luego, movido por la nostalgia, volví en los últimos años de carrera, como colaborador-becario, en los cursos 83/84 y 84/85. Me parece incluso recordar tu cara, pero no podría asegurártelo. Aunque no te haya escrito hasta ahora, ya conoces de mi por Lucrecia, y por eso creo que me pusiste en la relación de alumnos. En cualquier caso, estoy pendiente de material fotográfico antiguo y de relaciones de alumnos, para enviártelo y si no completar, cosa imposible, al menos incrementar y acrecentar el número de laborales que se van integrando poco a poco. Estoy movilizando a no pocos y contactando con gente con la que no había hablado desde hace ¡treinta años!, y oye, créeme si te digo que con una ilusión tremenda, y no te hablo de dos o tres compañeros, sino de un par de docenas, que intento que se pongan a su vez en contacto con otros para producir un efecto onda o dominó. Como supongo estarás muy liado, te dejo hasta que te vuelva a escribir para adjuntarte el material fotográfico y si quieres, te podría dar una relación de nombres que recuerdo para que pudieses colgarlos en la relación de alumnos, con independencia de que si se sienten aludidos, te llamen ellos y te proporcionen sus actuales domicilios y correos electrónicos. En fin, muchacho. Ya sabes mi correo por si te puedo ser de alguna ayuda, y te doy las gracias porque gracias a tí, fundamentalmente, junto con otro par o tres más, va a ser posible que vuelvan a formar los viejos regimientos...

Era un 23 de Septiembre, como hoy. Ese día era martes, no domingo. Hace 32 años. El autobús hacía tiempo que rodaba en la noche. Alguien dijo: ¡Ya está ahí la Torre!. Miré por la ventanilla y a lo lejos ví -por primera de muchas veces - una torre dorada de luz recortada en la noche. Algo más tarde -miré el reloj y eran las 10,55 horas - la explanada frente al paraninfo bullía de niños-adolescentes que abandonaban por primera vez, como cachorros destetados, la camada caliente y confortable; segura. Una multitud de ojos estremecidos, junto a los míos, miraron - por primera de muchas veces, la esplendente, nutricia y vieja divisa: "Para bien de todos trabajan y combaten los mejores". El resto es leyenda y más de un tercio de siglo encima. Por fin alguien tocó el clarín, y, como en el bíblico valle de Josafat, desde muchos sitios, y cargados de años, volveremos a reunirnos bajo la sombra de la torre, frente a la aristocrática divisa...y volverán a formar los viejos regimientos...contad conmigo...allí estaré.

Tenía ganas de saludarte desde hacía tiempo, pero ya sabes de qué materia está compuesto este tiempo que, como el agua, se nos filtra entre las manos y no podemos moldearlo a nuestro gusto.

Mis mejores deseos de felicidad y alegría en estas fechas. Que sigas con esa maravillosa página web que sirve de banderín de enganche a los muchachos de la laboral y recuerdos de tu viejo compañero, que ya sí que se acordaba de tu cara cuando tenías -teníamos- 14 años.

Te recordé delgado, bajito, pelo lacio, ojos vivos y algo cabezón, camisa a cuadros, en la parte de atrás del colegio Juan de Mena <hablamos de 1975> cuando una docena de chavales nos acercábamos temerariamente a las vías del tren para poner en un raíl una peseta, sentarnos para ver pasar el tren y luego recoger la moneda, aplastada y fina como una lámina, mientras seguramente el conductor del tren nos lanzaba miradas asesinas por el retrovisor de la máquina. Así éramos en 1975, y ¡mira lo que ha organizado aquel zagal de camisa a cuadros y ojos vivarachos! ¡Una página web! Una lámina también donde todos los laborales miramos cada semana con embeleso una cruz y una cara, como en la moneda atropellada por el tren, sólo que en este caso, la cruz es la de la Iglesia de la Laboral, y la cara, las caras, son las de tantos y tantos amigos, la de gente extraña y forastera que un buen día llegaron a nuestra vida para quedarse.

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