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Mi querido amigo:
Aunque el tema que justifica tu magnífica y generosa labor de divulgación y que evidencias en estas páginas, es el cariño que despertó en tí el paso por la Universidad Laboral de Córdoba, quiero colaborar con esta nota, por considerarlo de justicia, con el testimonio de mi personal experiencia.
Como bien sabes fui profesor en esa Universidad Laboral los dos primeros cursos de su creación, pasando luego a la de Sevilla, en la que pasé un periodo mayor. Pero mi experiencia docente, desde 1952, fue el Instituto Laboral de Lebrija donde permanecí cuatro cursos académicos.
Si hago esta intromisión, que a muchos les puede parecer ajena a la línea que marcas sobre la Universidad Laboral de Córdoba, es porque me siento testigo de los acontecimientos, pero sobre todo del "espíritu" que conmovió esos años a la sociedad y a la enseñanza española; una revolución más profunda de lo que parece a muchos quienes, todavía hoy, permanecen en su miopía.
No trato de mezclar estos dos temas, (Institutos y Universidades Laborales) claramente diferenciados por su origen, planteamiento, ministerios, finalidad, filosofía, etc. aunque pienso que pueden ser motivo de un estudio más profundo para comprender mejor esa etapa histórica de nuestra nación.
De las muchas actividades "originales" que practicaron estos centros, mis recuerdos me llevan por ciertos caminos paralelos, porque, como dejo dicho, les inspiraba un espíritu común. No es este el momento ni el lugar, y por mucho y bien que yo pudiera decir, no lograría transmitir mis experiencias, que pudieran parecer emotivas e interesadas, siendo ineficaces por intransferibles y de raíces subjetivas.
Por ello, si lo estimas oportuno acepta, como introducción al tema, este artículo que ahora te envío.
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El instituto laboral
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En la práctica de la pintura, se acerca el pintor al cuadro para depositar la materia de su pincel en la superficie, y lo hace casi a ciegas; para ver su efecto tiene que retirarse un poco y, desde lejos, valora el acierto o el error de la pincelada en el conjunto de la obra.
Por los años cincuenta del pasado siglo, un grupo de ilusionados profesores, pusimos unas pinceladas de insólito color sobre una Lebrija gris y parda, chata y sin relieve, árida y reseca. Naturalmente que aquel nuevo color desentonaba sobre fondo tan sordo. Esas pinceladas se llamaban Instituto Laboral. Hoy nos puede parecer un acontecimiento insignificante, pero en 1952 fue un hecho insólito.
Miramos ahora esta Lebrija de comienzos del siglo XXI, alejados medio siglo de aquel singular evento. Desde esta distante perspectiva puede parecernos muy natural el desarrollo y auge de la ciudad y su entorno; su cultura, su juventud, pujanza y vitalidad son armoniosas pinceladas en el rico lienzo actual. Paseando por las lebrijanas calles, plazas y nuevas barriadas percibimos el contraste entre el pasado y el presente. Porque ¿qué veíamos en aquellas fechas? Tabernas, muchas tabernas. Una librería. Muchos hombres parados en la plaza. Niños sin escolarizar por sus pagos. Algunas escuelas de grado primario. Solo varios estudiantes de clase pudiente en los colegios de Utrera, Jerez y…no más. También, es justo reconocer, cierto aire culto que aportaban aquellos seminaristas que iniciaban y abandonaban la carrera eclesiástica. ¿Y universitarios? ¿Cuántos? Tres, cuatro…
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