Permitidme hacer una breve presentación de lo que va a ser una serie corta.
Cuando la realidad se niega a satisfacer nuestros deseos y necesidades psicológicas más irracionales, contamos con recursos a nuestro alcance, como los cuentos, capaces de paliar sus efectos o contrarrestarlos.
Fábulas y sueños imposibles seducen tan apasionadamente que pueden vivirse como hechos en propia carne, aunque es poco probable que no dejen un residuo de insolente incertidumbre… una duda.
Los cuentos infantiles aderezados de violencia, crueldad, lobos o brujas, y tal vez para endurecer tiernas conciencias, finalizan premiando a los protagonistas con deslumbrantes, merecidos y felices paraísos. Por el contrario, los cuentos para adultos adornados de los encantos del pesimismo razonable, son un relato para estoicos o amantes de la sobriedad, hacen cavilar y… sin duda preocupan. Lejos de sumergirnos en reinos fantásticos y más respetuoso con la verdad y la condición mortal de los hombres, los cuentos para adultos fabulan aproximándose a la vida tal como es, sin añadidos edulcorantes, y de forma inasumible para quienes necesitan vivir de cuentos infantiles.