THE HOUSE OF THE RISING SUN
A veces, aprovechando los re cursos de la tecnología actual, hago acopio de canciones que me gustan, las transfiero al reproductor del coche, y me dispongo a escucharlas de forma aleatoria, mientras viajo en compañía de mi mujer, mi bella Dulcinea, por lugares hermosos que excitan mis sentidos.
El hecho de romper la secuencia en que fueron editadas, sin sospechar siquiera el orden en que irán sonando, provoca en mí una forma distinta de escucharlas que me lleva a descubrir matices y sensaciones que pasaron desapercibidas antes.
Pues algo parecido me ocurre cuando abro esta sección. Casi todas tus canciones forman parte también de la banda sonora de mi vida, son por tanto previsibles y sin embargo, hay siempre algo que me emociona y me sorprende.
Al principio, me dejo llevar por los recuerdos que me evoca el título. Éste en concreto me transporta al año 1964, Colegio S. Alberto, e inmediatamente aparece la figura de mi amigo Paco Alemán..., “con quien tanto quería” (en Sevilla, se me murió “como del rayo” a poco de celebrar nuestro definitivo reencuentro).
Habíamos ahorrado algo (no se cómo lo hacíamos, con la exigua pero generosa paga que de vez en cuando nos giraban nuestros padres), y teníamos suficiente para comprar un disco cada uno. Desde hacía dos años las listas de éxitos eran lideradas por los Beatles y nuestra intención era adquirir los dos últimos “hits” de esta banda que nos tenía “secuestrados”. Así que un sábado cogimos el autobús y nos plantamos en “MILOGA” (todavía no existían Galerías Preciados ni El Corte Inglés). Yo me abalancé sobre “A hard day´s night”, recién salido y encaramado a lo más alto de las listas de ventas. Cuando fui a enseñárselo, Paco me mostró el suyo: “The house of the rising sun” de The Animals. Ante mi sorpresa y decepción, me cogió del brazo y me invitó a escucharla. Mi cara y mi ánimo fueron cambiando a medida que avanzaba la audición. Le perdoné inmediatamente su infidelidad a los Beatles mientras yo mismo también “los traicionaba”. Su novedosa estética, el respaldo continuo de ese órgano, la voz desgarrada de Eric Burdon, la historia que se intuía tras ella… La incorporamos inmediatamente a “nuestro repertorio”. Paco me enseñó a extraer de la guitarra las notas del comienzo y los acordes para su acompañamiento. ¡Cuántos recuerdos…!
Después, detengo el motor de la memoria y entro “a saco” en el análisis de tu ARTÍCULO. Empiezo identificando algunos de los datos y referencias que en él aparecen con los que yo tenía del tema, y adopto los que, fruto de la exhaustiva documentación que aportas, completan el conocimiento de esa obra de arte que tantas emociones y sentimientos provocara en quienes compartimos aquella patria común de la adolescencia y primera juventud. Y al placer de aprender cosas nuevas, se une el que produce a quién ama el arte de la palabra, la forma en que tú la usas: su precisión, su ritmo, su fluidez... , su belleza.
Por último, me sumerjo en la versión que ofreces como más genuina, trato de descubrir y disfrutar los aspectos técnicos y estéticos que apuntas en el texto..., y no puedo, ni quiero, evitar que mi mente viaje allá donde mi amigo Paco esté, para volver a compartir con él la emoción y el placer que tantas veces nos produjo esta canción.
Los dos te damos las gracias por propiciar esta cita, Sergio.
Saludos cordiales. Romualdo |