Cesária Évora nació en Mindelo (archipiélago de Cabo Verde), la ciudad de los poetas y los artistas, el 27 de agosto de 1941 y murió a los 70 años, el pasado 17 de diciembre de 2011 en un hospital de la isla de San Vicente.
“Cize”, como la llamaban cariñosamente sus amigos, era hija de un músico y una cocinera y siempre estuvo rodeada de instrumentos musicales. Sobre todo del violín que tocaba su padre. Tiempos duros para una familia pobre del África insular y atlántica, hasta el punto de que, siendo una cría, tuvo que pasar parte de su infancia en un orfanato. A los 16 años ya cantaba en bares y fiestas privadas, para las que era reclamada por sus canciones dulces y tristes, a la vez. Aquellas letras que combinaban el amor con las historias de aislamiento, comercio de esclavos y emigración, tan propias de su archipiélago, le gustaban a un público necesitado de emociones balsámicas con las que curarse las viejas heridas de la vida. Tras la actuación, pasaba por las mesas y los clientes dejaban caer sus monedas, haciéndolas tintinear ─metal sobre metal─ en el fondo del platillo.
Entre su adolescencia y su madurez estuvo cantando en radios locales, bares de puertos y barcos de cabotaje, hasta que a mediados de los setenta desapareció del mapa, aquejada de una profunda depresión. Aquella fue una década dura y nada prodigiosa para Cesária, en la que el alcohol ─sobre todo el "grog" ─un conocido aguardiente caboverdiano─ le empezó a pasar su carísima factura. La propia cantante llamaría después a esta época, ya superado el episodio, sus Dark Years (Años Oscuros).