Pedro Plaza Albín (1971-1974).
Nacido en Linares (Jaén) reside en Elche (Alicante).
Mi hermano Paco me comento la existencia de esta pagina web, y cuando he estado viendo las fotos de la "UNI" no he podido remediar que los ojos se me llenaran de lágrimas de felicidad pues son tantos y tan buenos recuerdos, con tus amigos y compañeros tanto profesores como dominicos.
El grupo de nuestro dormitorio que estaba junto al de fray Jose Luis Verde Irisurri lo formábamos J.M. Portillo Herrero, J.M. Polo Mingorance, Jose Mª Pastor Urbano, Manuel Nogales Fornelio, Ulpiano Piñas Moralo y yo; hoy me he puesto a intentar localizarlos y ya tengo a tres, pues voy intentar reunirnos para recordar aquellos dias, que para mi me han marcado en mi formación, y que saliamos muy bien preparados para la vida profesional.
Formé parte del coro en el concurso en Cheste y quedamos los segundos.
Juan Antonio te felicito por esta idea y de poder recordar aquellos maravillosos años.
Centenares de líneas quebradas subían por laderas del bosque de Oma. El niño las veía aparecer, desde arriba, toda su boca abierta y una sonrisa de lado a lado en su rostro. El niño permanecía sentado, los dedos anillando hierbas que flanqueaban su figura menuda. Aparecieron las cabezas cónicas de los titiriteros, vestidos de ajedrez, vadeando el monte de piruetas imposibles. Escenógrafos vegetales con sus aros cuadrados. Tras ellos, los zancudos de acrobacias gigantescas, sobre sus postes de madera, girando una y otra vez alrededor de su propia vida, vestidos de verde, entre verdes. Rodeados de una multitud de hombres bajos, con tamboriles cilíndricos de madera baqueteando su música de cabra y flauta.
Bosque de Oma, Julio 2009
Subía el niño que carecía de estómago, con su libro inacabado bajo el brazo. Y unos metros más atrás, aquél que nunca tuvo nombre, masticando garbanzos secos. Subían, ladera arriba, los silbidos de las sabinas y tras ellos los duendes, tintineando sonajeros de conchas prestadas del mar. La multitud se acercaba al claro del bosque donde la luna se recostaba todas las madrugadas y el niño seguía, lados de su sonrisa anillada, con sus oídos sobre la tierra, adentrada su mocedad en las entrañas, hueco de luz con vaivenes de vida queda, mientras la claridad del sol se ocluía en un horizonte naranja, visible apenas. Llegaron flautas abrazadas a violonchelos y la música del bosque fue anudándose entre los árboles de Oma, donde cientos de colores salpicaron la oscuridad hasta convertirla en un dodecaedro de espejos en el que el niño curioseaba con sus ojos redondos de vida.
En algunas ocasiones me ha ocurrido que tras conocer a una nueva persona me ha caído, instantánea y espontáneamente, bien o mal o cualquiera de sus variantes intermedias. Podría entenderse como una reacción humana lógica, siempre y cuando se tuvieran elementos objetivos suficientes para sustentar o, al menos, justificar, esa reacción de aceptación o rechazo. He de confesar que en mi caso no siempre los he hallado, no viniendo motivada mi respuesta ante el extraño por un componente o análisis racional del diferente. Creo que es innegable que esto le ha debido de suceder así, alguna vez, a todas las personas que, en su relación social continua, han de entrar en contacto con muchas otras; no sé, ni trato de discernir ahora, la génesis de nuestra conducta en estos casos, porque probablemente tenga que ver con nuestro sesgo puramente animal, más que con el inteligente.
En este momento me ocupa el bosquejar una manera gráfica del porqué un ser humano repudia a otro o lo acoge dentro de su ámbito de afectividad, cuando sí se tienen referencias o antecedentes suficientes de éste. Me parece un proceso único y diferenciable por tener como objeto, en cada caso, una confrontación de intimidades: la nuestra propia con la que percibimos del extraño.
Es de una obviedad incuestionable el que cada quien valora en cierto grado positivo en lo que para él son virtudes, desecha lo que le parece detestable y es indiferente ante otros hábitos o comportamientos. Si a cualquiera se le preguntase acerca de ello, con casi total certeza, podría elaborar un listado donde se recogiesen los hitos conductuales básicos y mínimos que uno espera de otro para permitirle el acceso a su área de influencia.
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Jean-Babtiste Colbert marqués de Seignelay (1619-1683) fue ministro de Luis XIV y un excelente gestor que desarrolló el comercio y la industria con importantes intervenciones del Estado. Jules Mazarin, más conocido como el cardenal Mazarino (1602-1661) fue un hábil diplomático y político, primero al servicio del papa y más tarde al servicio del reino de Francia.
Fue el sucesor del cardenal Richelieu como primer ministro.
Os dejo abajo este diálogo entre ellos de hace... ¡más de cuatro siglos!
Colbert:
Para conseguir dinero, hay un momento en que, engañar [al contribuyente] ya no es posible. Me gustaría, Señor Superintendente, que me explicara cómo es posible continuar gastando cuando ya se está endeudado hasta al cuello… Mazarino:
Si se es un simple mortal, claro está, cuando se está cubierto de deudas, se va a parar a laprisión. Pero el Estado…!! cuando se habla del Estado, eso ya es distinto!! No se puede mandar el Estado a prisión… Por tanto, el Estado puede continuar endeudándose. Todos los Estados lo hacen!
La danza de las mil manos, ejecutada por 21 bailarinas, todas ellas sordo-mudas, una extraordinaria proeza que se realiza solamente por las señales de los entrenadores.