Queridos y entrañables amigos laborales, solo unas pequeñas pinceladas de nostálgicas hojas otoñales de las Navidades de nuestra infancia y juventud que cada uno de nosotros guarda en su corazón.
El Belén con imperfectas figuras de barro, adornado de ramas de madroños y jaras, sonido de villancicos a golpe de viejas tapaderas de aluminio, el claquear de la cuchara contra la botella de anís, y la destartalada zambomba, todos contentos todos felices, ante un plato de mantecados y pestiños caseros, la mesa con su copa de picón, en la que los abuelos se refugiaban, para combatir el duro invierno de frío y lluvia.

Todo era muy simple, muy misero, pero no dejaba de tener un aire melancólico con una leves gotas de surrealismo, del que nunca nos despertamos.

En el aire de suficiencia, opulencia y despilfarro en el que ahora nos movemos, aquellos viejos tiempos no dejaban de tener su encanto, sobre todo recordando, no sin cierta dosis de tristeza, por  nuestros padres y abuelos, que en mí caso ya se fueron, que dejaron  un vacío que no se puede rellenar.

Son tiempos de recuerdo, pero también de esperanza en el futuro, de nuestros hijos de nuestros nietos, de los que están en primera línea de la vida, ahora es nuestro tiempo, de vernos en el espejo de lo que son ellos, y nosotros tal vez no lo fuimos, de lo que le damos, que nosotros no recibimos, la rueda gira y gira, no se detiene, así es la vida.

¿Qué fue de aquellas Navidades? Nada, solo queda en nuestro recuerdo, de la niñez, de la inocencia perdida, de regalos que añorábamos y nunca recibimos, de los besos en las mejillas recibidos, todo quedo en los días vividos, en los años transcurridos, en la vida consumida, cualquier tiempo futuro siempre será mejor que el vivido, porque nos queda la esperanza de poderlo vivir.
Amigos, sed felices, un fuerte abrazo y FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2012.

Diego García, 11ª Promoción de Ajustadores Mecánicos. ULC.

Una muchacha de catorce años, embarazada de siete semanas, viene angustiada y me dice: todo el mundo quiere que me saque el niño. Pero yo me resisto porque quiero que nazca, quiero tener a mi hijo. Siento que está vivo y oigo como un grito en mi interior que dice: “¡Quiero nacer! Déjenme salir a la vida”.

Estamos a la puerta de Navidad. Ya se oye el grito “Feliz Navidad. Feliz Año Nuevo”.

Celebramos un Nacimiento. Nacimiento esperado, querido, aceptado. Una Muchacha de aproximadamente catorce años lo aceptó a pesar de las dificultades: sola, desplazada, pobre, sin recursos y con mucha oposición, dijo Sí; Hágase, que nazca.

“Un Niño nos ha nacido” Cantamos desde Isaías (S. V a.C.) hasta 2011: Feliz Nacimiento a todos los niños que están para nacer.

“Feliz María porque creíste todo lo que te dijo el Señor”.

En Trinidad nuestras calles se llenan de cantos que espantan tantos silencios, tantas tristezas y tantas quejas en la situación difícil. Niños que acompañan a María buscando “Posada”. Ella llama a las puertas porque el Niño va a nacer. Quiere nacer hoy en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestro pueblo. ¿No hay un lugar para este Niño que quiere nacer?

Ante cada uno de los que buscan, que quieren dar un sentido a su vida, que quieren salir de esta pesadumbre, de esta violencia que nos envuelve, este Niño que nació de la Virgen María nos dice en la noche: “Es preciso NACER DE NUEVO” (Jn. 3,3)

Que este Nacimiento, la Navidad del 2011 nos llene de Luz, de Paz, de Alegría y Esperanza.

Como todos los años por estas fechas me dispongo, con temor y temblor, a volcar por escrito lo que late en mi corazón con motivo de la santa conmemoración de la Natividad del Niño Dios, para compartir lo que edite como una felicitación de Navidad, invocando al Espíritu Santo para que me inspire, ilumine y guie.