Conforme iba relatando sus ojos se ausentaban y su cara adoptaba una expresión mezcla de dolor y nostalgia, entonces, tras dos o tres suspiros muy profundos…

-“Las Tendillas estaban preciosas. La calle “Claudio Marcelo”, aún sin estar muy transitada en aquel momento, era vivo reflejo de la actividad mercantil que en ella se producía. Los escaparates atestados de juguetes esperando adquisidores; en especial recuerdo unos almacenes, los más grandes de la ciudad, “Almacenes Sánchez”, que tenían dos vidrieras enormes que asomaban a la calle luminosas y profusamente adornadas. Al entrar encontrabas un pasillo central repleto de todo lo que un niño pueda imaginar para la noche de Reyes Magos. Yo miraba a mi hermano, él a mí, y entre ambos, con nuestra imaginación infantil, sin necesidad de dirigirnos una sola palabra, componíamos imágenes de carreras en patines, de bicicletas de dos ruedas, historias de indios y vaqueros…Mi madre nos llevaba cogidos de la mano, yo de la izquierda, y a cada trecho tenía que tirar de nosotros, que nos quedábamos pegados a la luna de cada tienda como las abejas a las flores:

-“Mira Chico, le decía yo, señalando algún juguete”.

-”Juani, Juani, mira qué pistola de truenos”…”o mira qué tal o qué cual…”- él a mí.