Colegio Luís de Góngora. 1961-1964. ENCUENTRO EN LA CUMBRE El día 15 de mayo de 2009, doce veteranos bachilleres del Luís de Góngora, con nuestras respectivas esposas, nos reunimos allá en las altas cumbres de la Alpujarra granadina. A nuestro recelo inicial por el lugar, -al que creo que incluso el propio César Pérez de Tudela le habría puesto pegas “a priori”-, siguió, una vez allí, una aceptación unánime por la impresionante maravilla de esa comarca, que anulaba cualquier prevención. Y no digamos por todas las cosas que luego acontecieron. Lo primero fue reconocernos, tras un paréntesis cronológico de 45 años. Y la verdad, seamos sinceros, no fue fácil, salvo el caso excepcional de Antonio Marco, que está igual que entonces; pero estoy convencido de que se debe a algún pacto del tipo Fausto, el de Goethe, que no nos quiso revelar. Allá él. Enseguida empezaron a florecer sentimientos, nostalgias y emociones que nos removieron por dentro un poquito. Sensaciones que pocas veces se dan en esta vida tan ajetreada y escéptica, pero que merecen mucho la pena sentir. Esa noche tuvimos la primera cena fraternal. Y más nostalgia y bromas con una sesión de recuerdos visuales después. Nuestras esposas estaban ya a estas alturas, por esa sutileza y sensibilidad femenina, contagiadas por este ambiente emotivo, como si también ellas hubieran sido antiguas compañeras. Al día siguiente, y bajo las órdenes del que se constituyó en nuestro guía por su conocimiento de la zona, -generoso y entusiasta Serafo Garrido-, emprendimos un viaje turístico en autobús para recorrer los pueblos más importantes de la comarca. Nuestro “guía” nos iba informando también, -aparte de detalles interesantes de cada El Hotel en que nos alojamos- el Alcazaba de Busquístar es el más alto de Europa, al que se accede por la carretera que llega a tener las cotas más altas del Continente. Hay pueblos por allí, donde la gente vive más de cien años de media (longevidad record también). Sus aguas minerales y medicinales son también, por lo visto, únicas. En una de ellas, - en la Fuente Agria- pudimos degustar sabores distintos, según los caños por los que salía. Incluso por uno de ellos salía agua con gas (debe ser también única). Y otras maravillas que sería largo enumerar. Entre pueblo y pueblo, además del agua de las fuentes, también catamos algunos vinos que, sin menospreciar al agua, saboreamos gustosamente. En fin, tierras tan atrayentes que parece ser que incluso el propio Dalái Lama dejó el Tíbet para instalarse por aquí y, según alguna leyenda, con intención de continuar la estirpe. Por la tarde de este día 16 nos visitó Juan Antonio Olmo -y Antonio Campos Carrasco acompañados de sus esposas-, al que todos recibimos con cariño, porque, como sabéis, es el propulsor de este “club” de antiguos alumnos de la Universidad, gracias al cual podemos tener estos encuentros tan entrañables. Por la noche, después de la cena, José Antonio Rodríguez, -el impulsor de este encuentro en particular-, volcado, y con éxito, en que todo saliera bien, nos hizo un original regalo consistente en una botella de vino que produce su familia, personalizada con etiqueta impresa del Colegio Luis de Góngora. Estupendo detalle, José Antonio. Después, en la Discoteca del Hotel, tuvimos una fiesta privada que resultó de lo más divertida. Bailamos con las mejores canciones “pop” del siglo XX: las de nuestra época de juventud. Y comprobamos que tanto la música como nuestro espíritu …. y también lo demás, se mantienen jóvenes. Competimos en frenéticos bailes de “la escoba”, donde José Antonio Rodríguez y Ángel Mecerreyes, con sus respectivas esposas, se proclamaron campeones en sendos “slam”. (Yo quedé tercero en uno de ellos, aunque reconozco que con alguna marrullería, -salía corriendo con mi pareja cuando me iban a dar la escoba y fui severamente amonestado por el juez de la contienda, Carlos Barrero-).
La larga noche la terminamos cantando a coro a nuestras esposas la canción de la tuna cordobesa, “Cordobesita”, dirigida por Emilio Pombar. Y creo que nos quedó bastante bien, a jugar por los aplausos. Y tras esto, el Mulhacén y el Veleta, pudieron al fin, recuperar su tranquilidad, recelosos por nuestra bulliciosa proximidad. Al día siguiente, abandonamos el Hotel por la mañana para dirigirnos a Granada. Mi mujer y yo (no me he identificado todavía: yo soy el otro “Serafo”, Lugones ) nos perdimos esta última parte del encuentro porque nos acuciaba el largo regreso. Pero como me ha contado mi tocayo Serafo, a mediodía hubo un tapeo abundante y riquísimo en el Realejo después de una visita por la ciudad. Por la tarde unos dulces “Pío Nono” no menos sabrosos y posterior visita a la Alhambra. Y punto y seguido. Pudimos contener las lágrimas de la despedida porque ya habíamos proyectado el próximo encuentro en Extremadura, en la Vera (Norte de Cáceres), donde yo resido, que también es una bella comarca. Una crónica de Serafín Lugones Bermejo A continuación las fotos de José Antonio Rodríguez Gil:
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