|
Antonio Colinas con el “sol de oro de las piedras” en la portada de San Esteban (el monasterio de los Dominicos de Salamanca). |
Unos años decisivos
Antonio Colinas Lobato
Viví en la Uni, en el Colegio Luis de Góngora”, tres cursos, entre 1960 y 1964. Fueron quizá los tres años más decisivos de mi vida, los de la adolescencia, cuando uno nace a tantas cosas: a la vocación, al amor, al arte, a la naturaleza, a los libros, al conocimiento...
Inmersos, como estábamos, en los intensísimos estudios técnicos (¡con talleres incluidos!), allí nació, sin embargo, mi vocación literaria. Allí escribí mi primer poema, allí di mi primera conferencia a mis compañeros, en 1962, a los 16 años, en la “Agrupación Dintel de Literatura”, en la que teníamos una revista del mismo nombre.
Allí nuestros profesores de literatura me dieron para leer a Lorca y a Neruda, a Hernández y a Machado, a Juan Ramón y a Aleixandre. Allí me hablaron por vez primera de Platón. (Un recuerdo aquí especial para Santiago Pérez Gago, maestro lírico y andariego, maestro de Esthética Originaria, jubilado ahora allá en nuestras tierras de León).
Mi estancia En Córdoba va inevitablemente unida a la sierra que nos rodeaba, a las escapadas (por libre o en grupo) a los valles y rincones de los alrededores, siguiendo la ruta del Canal y de sus moreras: a Las Ermitas, a Santa María de Trassierra, a La Llave, al Puente de Alcolea, a Las Quemadas, a la ermita de Linares... Una buena parte de aquellas vivencias las dejé expresadas en mi novela “Un año en el sur”, obra de ficción, pero con un gran fondo autobiográfico. Este libro, agotado, se va a reeditar próximamente .
También a la Uni le debo mi amor por la música clásica. ¡Cuántas madrugadas nos despertaron con ella, qué hermosa aquella iniciación musical a las 6 y media de la mañana, cuando nos levantábamos! O al acostarnos.! Inolvidables también las sesiones de cine-club, así como un año que estuve en el Coro del colegio. Inolvidables los paseos diurnos y nocturnos, las tardes de deporte, los baños en la piscina cuando comenzaban los calores.
Inolvidable la experiencia también de aquella ciudad de Córdoba de entonces: ciudad humilde, pero laberíntica y misteriosa para nosotros los domingos y la tarde de algún sábado o festivo.
Quiero tener aquí un recuerdo para todos los amigos de mi curso (esperamos reunirnos en el mes de mayo en La Vera), y quiero tener un recuerdo especial para Mario Ruiz Sevilla, que ya nos abandonó para siempre hace unos años y para Ángel Arnaiz, que está realizando una gran labor social en tierras de América. ¡¡Inolvidables años de iniciación, a los que tanto debo!!
(www.antoniocolinas.com)